El bolígrafo, posiblemente uno de los instrumentos que más utilizamos a lo largo del día (o al menos así era hasta que el ordenador lo devoró en el ámbito de la escritura), nació a principios del siglo XX. Sus creadores, en 1938, fueron dos hermanos húngaros: Laszlo y George Biro. La idea provino de Laszlo, periodista de profesión, que encontraba muy engorroso el uso de la pluma cuando debía tomar notas rápidas para su trabajo. Según contó, tiempo después, cierto día se encontraba mirando a un grupo de niños que jugaban en la calle, y vio cómo uno de ellos lanzaba una pequeña bola que atravesaba un charco, dejado una estela de agua en línea recta mientras rodaba. Esta imagen fue el detonante para la idea básica del bolígrafo: el uso de una punta con una minúscula bola, que extiende la tinta sobre el papel.
Los dos hermanos, junto con un compañero de negocios de apellido Meyne, emigraron a Argentina a causa de la persecución nazi, en 1940. Allí, Laszlo fue sorprendido escribiendo con su particular instrumento de escritura por un empresario llamado Agustín Pedro Justo, que quedó maravillado ante la sencillez y a la vez utilidad del invento. Le convenció para fundar una empresa que comercializara el nuevo utensilio. Así nació Biro-Meyne-Biro, la primera compañía fabricante de bolígrafos.
El bolígrafo, posiblemente uno de los instrumentos que más utilizamos a lo largo del día (o al menos así era hasta que el ordenador lo devoró en el ámbito de la escritura), nació a principios del siglo XX. Sus creadores, en 1938, fueron dos hermanos húngaros: Laszlo y George Biro. La idea provino de Laszlo, periodista de profesión, que encontraba muy engorroso el uso de la pluma cuando debía tomar notas rápidas para su trabajo. Según contó, tiempo después, cierto día se encontraba mirando a un grupo de niños que jugaban en la calle, y vio cómo uno de ellos lanzaba una pequeña bola que atravesaba un charco, dejado una estela de agua en línea recta mientras rodaba. Esta imagen fue el detonante para la idea básica del bolígrafo: el uso de una punta con una minúscula bola, que extiende la tinta sobre el papel.
Los dos hermanos, junto con un compañero de negocios de apellido Meyne, emigraron a Argentina a causa de la persecución nazi, en 1940. Allí, Laszlo fue sorprendido escribiendo con su particular instrumento de escritura por un empresario llamado Agustín Pedro Justo, que quedó maravillado ante la sencillez y a la vez utilidad del invento. Le convenció para fundar una empresa que comercializara el nuevo utensilio. Así nació Biro-Meyne-Biro, la primera compañía fabricante de bolígrafos.
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