Juana de Arco vivió en Francia en el siglo XV, concretamente entre 1412 y 1431. Desde su infancia declaró escuchar la voz de Dios, que le guiaba y aconsejaba a la hora de tomar decisiones. Finalmente, siguiendo el mismo mandato divino, decidió partir a la liberación de Francia, que en aquel momento se encontraba inmersa en la larguísima Guerra de los Cien Años contra Inglaterra.
Su primera aparición en la contienda fue en 1429, en el asedio de Orléans, cuando consiguió llevar al rey de Francia un mensaje en el que le aconsejaba lo que debía hacer. Su presencia y carisma impresionaron de inmediato a los altos mandatarios, así como la sabiduría que demostraba en temas militares. No tardó en asumir el liderazgo de numerosas misiones y campañas, participando activamente en la guerra. En numerosas ocasiones llevó al ejército a la victoria, a lo largo de los años, hasta que finalmente fue capturada durante una escaramuza, a las puertas de la ciudad de Compiègne. Se utilizó a la Inquisición contra ella y se elaboraron argumentos que la tachaban de hereje, debido a la relación de comunicación directa que decía mantener con Dios. Juana nunca se retractó de esta convicción, por lo que, tras un largo y agotador proceso, murió quemada en la hoguera.
Juana de Arco vivió en Francia en el siglo XV, concretamente entre 1412 y 1431. Desde su infancia declaró escuchar la voz de Dios, que le guiaba y aconsejaba a la hora de tomar decisiones. Finalmente, siguiendo el mismo mandato divino, decidió partir a la liberación de Francia, que en aquel momento se encontraba inmersa en la larguísima Guerra de los Cien Años contra Inglaterra.
Su primera aparición en la contienda fue en 1429, en el asedio de Orléans, cuando consiguió llevar al rey de Francia un mensaje en el que le aconsejaba lo que debía hacer. Su presencia y carisma impresionaron de inmediato a los altos mandatarios, así como la sabiduría que demostraba en temas militares. No tardó en asumir el liderazgo de numerosas misiones y campañas, participando activamente en la guerra. En numerosas ocasiones llevó al ejército a la victoria, a lo largo de los años, hasta que finalmente fue capturada durante una escaramuza, a las puertas de la ciudad de Compiègne. Se utilizó a la Inquisición contra ella y se elaboraron argumentos que la tachaban de hereje, debido a la relación de comunicación directa que decía mantener con Dios. Juana nunca se retractó de esta convicción, por lo que, tras un largo y agotador proceso, murió quemada en la hoguera.
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