Se puede luchar contra el frío haciendo trabajar activamente a los músculos. El organismo lo hace por sí mismo sin que la voluntad intervenga, gracias al escalofrío que agita y hace trabajar de los músculos minúsculos que tenemos bajo la piel. El hombre es homéo-térmico: la temperatura de su cuerpo sigue siendo constante. Cuando hace frío, las pérdidas y las ganancias de calorías se igualan sin cesar. El hombre evita pérdidas de calor llevando prendas de vestir calientes o no aumentando las oxidaciones por un trabajo muscular más intenso. A falta de ello y sin que la voluntad intervenga, el escalofrío, que hace trabajar cantidades de fibrillas musculares, aumenta el tipo de combustiones internas y restablece temporalmente el equilibrio térmico.
Se puede luchar contra el frío haciendo trabajar activamente a los músculos. El organismo lo hace por sí mismo sin que la voluntad intervenga, gracias al escalofrío que agita y hace trabajar de los músculos minúsculos que tenemos bajo la piel. El hombre es homéo-térmico: la temperatura de su cuerpo sigue siendo constante. Cuando hace frío, las pérdidas y las ganancias de calorías se igualan sin cesar. El hombre evita pérdidas de calor llevando prendas de vestir calientes o no aumentando las oxidaciones por un trabajo muscular más intenso. A falta de ello y sin que la voluntad intervenga, el escalofrío, que hace trabajar cantidades de fibrillas musculares, aumenta el tipo de combustiones internas y restablece temporalmente el equilibrio térmico.
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