Las ortigas poseen en la superficie de sus hojas unas diminutas vellosidades que no son sino vesículas cargadas de líquido tóxico. Cada vesícula acaba en una finísima punta formada por sales silíceas muy frágiles, de manera que el menor roce con cualquier objeto provoca su ruptura y la liberación del tóxico que consta principalmente de ácido fórmico. Cuando es un animal el que rompe las vellosidades o pelos urticantes por un simple contacto con la superficie de la hoja, el líquido se inyecta en su piel, provocando una dolorosa picazón que desaparece al cabo de poco tiempo.
Las ortigas poseen en la superficie de sus hojas unas diminutas vellosidades que no son sino vesículas cargadas de líquido tóxico. Cada vesícula acaba en una finísima punta formada por sales silíceas muy frágiles, de manera que el menor roce con cualquier objeto provoca su ruptura y la liberación del tóxico que consta principalmente de ácido fórmico. Cuando es un animal el que rompe las vellosidades o pelos urticantes por un simple contacto con la superficie de la hoja, el líquido se inyecta en su piel, provocando una dolorosa picazón que desaparece al cabo de poco tiempo.
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