Las personas mayores no juegan porque no tienen tiempo. El trabajo, el cansancio, las preocupaciones les dejan muy pocos momentos para el ocio. Sin embargo les gusta también relajarse practicando un deporte o jugando a las cartas, al billar, etc. La función del juego parece estar hecha para impedir pensar a lo cotidiano, en la rutina. Para el niño pequeño, el juego es una actividad esencial. El adulto tiene que divertirse, necesita relajarse. Jugar a ajedrez, hacer un deporte, ver televisión, todo ello participa en esta búsqueda, la necesidad de un momento de evasión. Los centros de interés varían con los individuos, y también con la edad, lo que conduce a que el niño concluya por si mismo que de adulto se supera la fase del juego.
Las personas mayores no juegan porque no tienen tiempo. El trabajo, el cansancio, las preocupaciones les dejan muy pocos momentos para el ocio. Sin embargo les gusta también relajarse practicando un deporte o jugando a las cartas, al billar, etc. La función del juego parece estar hecha para impedir pensar a lo cotidiano, en la rutina. Para el niño pequeño, el juego es una actividad esencial. El adulto tiene que divertirse, necesita relajarse. Jugar a ajedrez, hacer un deporte, ver televisión, todo ello participa en esta búsqueda, la necesidad de un momento de evasión. Los centros de interés varían con los individuos, y también con la edad, lo que conduce a que el niño concluya por si mismo que de adulto se supera la fase del juego.
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