Las angulas, esos pececillos tan apreciados por la gastronomía, no son otra cosa que los alevines de la angulilla. Llegan a las costas europeas por miles de millones y se instalan en las aguas de las rías, estuarios y marismas. Este hábito gregario de la angula es lo que posibilita su captura en cantidades apreciables. pero ello ha de hacerse de noche y con auxilio de un foco luminoso. Las angulas, en efecto, acuden al estímulo de la luz y a favor de esta circunstancia, el pescador tiende su cedazo a flor de agua y en pasadas sucesivas consigue capturarlas.
Las angulas, esos pececillos tan apreciados por la gastronomía, no son otra cosa que los alevines de la angulilla. Llegan a las costas europeas por miles de millones y se instalan en las aguas de las rías, estuarios y marismas. Este hábito gregario de la angula es lo que posibilita su captura en cantidades apreciables. pero ello ha de hacerse de noche y con auxilio de un foco luminoso. Las angulas, en efecto, acuden al estímulo de la luz y a favor de esta circunstancia, el pescador tiende su cedazo a flor de agua y en pasadas sucesivas consigue capturarlas.
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