Todos hemos escuchado que beber agua de mar no es precisamente una solución para la sed; de hecho, se conocen muchas historias de náufragos que, en su delirio por carecer durante días de comida o bebida, terminan rindiéndose a la tentación de beber del mar y muriendo entre horribles dolores.
El motivo es que al beber agua de mar desequilibramos la cantidad de sal existente en nuestro organismo. En cada una de nuestras células existe un 0,9% de sal, mientras que el agua marina, como media, posee un 3,5% de concentración. El citado desequilibrio provoca reacciones enzimáticas adversas, que pueden afectar, entre otras cosas, a los impulsos nerviosos. Y los impulsos nerviosos, descontrolados, terminan por afectar al cerebro.
Otra de las consecuencias derivadas y paralelas de beber agua de mar es, paradójicamente, que la deshidratación llega mucho más rápido, puesto que la sal deseca el agua existente en las células.
Todos hemos escuchado que beber agua de mar no es precisamente una solución para la sed; de hecho, se conocen muchas historias de náufragos que, en su delirio por carecer durante días de comida o bebida, terminan rindiéndose a la tentación de beber del mar y muriendo entre horribles dolores.
El motivo es que al beber agua de mar desequilibramos la cantidad de sal existente en nuestro organismo. En cada una de nuestras células existe un 0,9% de sal, mientras que el agua marina, como media, posee un 3,5% de concentración. El citado desequilibrio provoca reacciones enzimáticas adversas, que pueden afectar, entre otras cosas, a los impulsos nerviosos. Y los impulsos nerviosos, descontrolados, terminan por afectar al cerebro.
Otra de las consecuencias derivadas y paralelas de beber agua de mar es, paradójicamente, que la deshidratación llega mucho más rápido, puesto que la sal deseca el agua existente en las células.
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