Si por cualquier razón impensable el aire del mundo se quedase móvil, sería precisa la energía equivalente a siete millones de bombas atómicas para devolverle el movimiento. Porque, aunque a veces resulte catastrófico, el viento no sólo es útil, sino disponible para la supervivencia de la Humanidad. Sin él, en efecto, el calor de los trópicos no llegaría jamás a las regiones que lo necesitan; las nubes, estancadas, no podrían repartir la benéfica lluvia y finalmente, la concentración de miasmas y demás agentes contaminantes creados por la civilización harían absolutamente imposible la existencia del hombre sobre la superficie del planeta.
Si por cualquier razón impensable el aire del mundo se quedase móvil, sería precisa la energía equivalente a siete millones de bombas atómicas para devolverle el movimiento. Porque, aunque a veces resulte catastrófico, el viento no sólo es útil, sino disponible para la supervivencia de la Humanidad. Sin él, en efecto, el calor de los trópicos no llegaría jamás a las regiones que lo necesitan; las nubes, estancadas, no podrían repartir la benéfica lluvia y finalmente, la concentración de miasmas y demás agentes contaminantes creados por la civilización harían absolutamente imposible la existencia del hombre sobre la superficie del planeta.
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