Si observamos el firmamento en una noche clara, percibiremos en seguida la estela de numerosos puntos luminosos que cruzan velozmente el espacio. Son las conocidas estrellas fugaces que a veces, pro su concentración, llamamos lluvia de estrellas.
Estos puntos luminosos están constituidos por partículas sólidas, procedentes del espacio y se desplazan a enorme velocidad. Por lo general, se disuelven al entrar en contacto con la atmósfera, pero algunas veces resisten en parte a tremendo choque y caen a la tierra. De constitución metálica o rocosa, estos meteoritos suelen ser de reducidas dimensiones, salvo en casos excepcionales, como el registrado en el Cañón del Diablo en Arizona, donde la caída de un produjo un cráter de 1220 metros de diámetro y 183 de profundidad.
Si observamos el firmamento en una noche clara, percibiremos en seguida la estela de numerosos puntos luminosos que cruzan velozmente el espacio. Son las conocidas estrellas fugaces que a veces, pro su concentración, llamamos lluvia de estrellas.
Estos puntos luminosos están constituidos por partículas sólidas, procedentes del espacio y se desplazan a enorme velocidad. Por lo general, se disuelven al entrar en contacto con la atmósfera, pero algunas veces resisten en parte a tremendo choque y caen a la tierra. De constitución metálica o rocosa, estos meteoritos suelen ser de reducidas dimensiones, salvo en casos excepcionales, como el registrado en el Cañón del Diablo en Arizona, donde la caída de un produjo un cráter de 1220 metros de diámetro y 183 de profundidad.
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