Las flores se convierten posteriormente en fruto. Por eso, al comer cualquier fruta, nos encontramos en su interior con las semillas. Si se volvieran a plantar, de ellas brotaría un nuevo árbol de la misma especie.
La flor no es más que el aparato reproductor de las plantas fanerógamas. El árbol no es una excepción. Por ello, al llegar la primavera los árboles echan las flores que les son propias. A veces estas flores son tan pequeñas o poseen un color tan parecido al de las hojas que pueden pasar totalmente desapercibidas. Otros árboles, por el contrario, las tienen tan vistosas que proporcionan a la copa un aspecto de gran belleza. Pensad, por ejemplo, en el almendro.
Las flores se convierten posteriormente en fruto. Por eso, al comer cualquier fruta, nos encontramos en su interior con las semillas. Si se volvieran a plantar, de ellas brotaría un nuevo árbol de la misma especie.
La flor no es más que el aparato reproductor de las plantas fanerógamas. El árbol no es una excepción. Por ello, al llegar la primavera los árboles echan las flores que les son propias. A veces estas flores son tan pequeñas o poseen un color tan parecido al de las hojas que pueden pasar totalmente desapercibidas. Otros árboles, por el contrario, las tienen tan vistosas que proporcionan a la copa un aspecto de gran belleza. Pensad, por ejemplo, en el almendro.
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