La leyenda de El Dorado, originada durante la colonización española en América Latina, fue uno de los principales alicientes que llevó a los expedicionarios a recorrer el continente de cabo a rabo. El mito decía que era una región en la que el oro manaba del agua, o se encontraba en abundancia en el interior de la tierra. Hay varias versiones al respecto: una de ellas, procedente de la tribu Chibcha, decía que éstos recubrían a sus reyes con polvo dorado y luego los sumergían en un lago sagrado; las aguas, después de esto, se volvían de oro (por este motivo, a El Dorado también se le conocía como “El país del Hombre de Oro”). También se decía que los incas, al ser perseguidos y aniquilados por los españoles, habían arrojado todas sus riquezas al fondo de un lago, y allí permanecían para quien pudiera encontrarlas y traerlas de vuelta a la superficie.
Aunque se trata de una leyenda que, evidentemente, nunca llegó a constatarse, con el tiempo se pudo identificar uno de sus escenarios: las aguas doradas se atribuyeron al lago Guatavita, en Colombia. Muchos intentaron bucear o drenar el lago (incluso en siglos posteriores), pero no hallaron ni rastro de las riquezas.
La leyenda de El Dorado, originada durante la colonización española en América Latina, fue uno de los principales alicientes que llevó a los expedicionarios a recorrer el continente de cabo a rabo. El mito decía que era una región en la que el oro manaba del agua, o se encontraba en abundancia en el interior de la tierra. Hay varias versiones al respecto: una de ellas, procedente de la tribu Chibcha, decía que éstos recubrían a sus reyes con polvo dorado y luego los sumergían en un lago sagrado; las aguas, después de esto, se volvían de oro (por este motivo, a El Dorado también se le conocía como “El país del Hombre de Oro”). También se decía que los incas, al ser perseguidos y aniquilados por los españoles, habían arrojado todas sus riquezas al fondo de un lago, y allí permanecían para quien pudiera encontrarlas y traerlas de vuelta a la superficie.
Aunque se trata de una leyenda que, evidentemente, nunca llegó a constatarse, con el tiempo se pudo identificar uno de sus escenarios: las aguas doradas se atribuyeron al lago Guatavita, en Colombia. Muchos intentaron bucear o drenar el lago (incluso en siglos posteriores), pero no hallaron ni rastro de las riquezas.
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