La historia de Drácula surgió, tal como la conocemos, de la mente del novelista irlandés Bram Stoker, que escribió el libro del mismo nombre en 1897. Sin embargo, muchos no saben que se inspiró en un personaje real: el conde Vlad IV, conocido como El Empalador.
El conde Vlad fue un noble rumano que vivió en el siglo XV. Era conocido en todo el país por sus gustos sanguinarios: disfrutaba imaginando las más terribles torturas con las que castigar a quienes se opusieran a él. Se relatan muchos ejemplos, como el de un ladrón al que ordenó hervir, para posteriormente obligar a su familia a comérselo (siendo perfectamente conscientes de ello). Llegó a empalar a más de cincuenta mil personas, su forma de asesinato favorita.
En su tierra comenzaron a conocerle con el sobrenombre de Drakul, que significa “hijo del Diablo”. Es también la palabra que se emplea para denominar a la criatura mitológica del vampiro. De ahí la inspiración que tomó Stoker. Al conde Vlad también llegó a atribuírsele, como una más de sus atrocidades, un gusto desmedido por beber la sangre humana, aunque este hecho nunca ha llegado a probarse de manera histórica.
La historia de Drácula surgió, tal como la conocemos, de la mente del novelista irlandés Bram Stoker, que escribió el libro del mismo nombre en 1897. Sin embargo, muchos no saben que se inspiró en un personaje real: el conde Vlad IV, conocido como El Empalador.
El conde Vlad fue un noble rumano que vivió en el siglo XV. Era conocido en todo el país por sus gustos sanguinarios: disfrutaba imaginando las más terribles torturas con las que castigar a quienes se opusieran a él. Se relatan muchos ejemplos, como el de un ladrón al que ordenó hervir, para posteriormente obligar a su familia a comérselo (siendo perfectamente conscientes de ello). Llegó a empalar a más de cincuenta mil personas, su forma de asesinato favorita.
En su tierra comenzaron a conocerle con el sobrenombre de Drakul, que significa “hijo del Diablo”. Es también la palabra que se emplea para denominar a la criatura mitológica del vampiro. De ahí la inspiración que tomó Stoker. Al conde Vlad también llegó a atribuírsele, como una más de sus atrocidades, un gusto desmedido por beber la sangre humana, aunque este hecho nunca ha llegado a probarse de manera histórica.
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