La primera enfermedad que se trató con una vacuna fue la viruela. Edgar Jenner, investigador inglés, dedicó todo su esfuerzo a luchar contra la terrible enfermedad, que se había llegado a convertir casi en una plaga en su país y en gran parte de Europa. De forma casual, descubrió que las personas que estaban mucho tiempo en contacto con las vacas no llegaban a enfermar de viruela; ello se debía a que ya habían contraído una forma mucho más leve de la enfermedad, que transmitía el citado animal, y su organismo había creado los anticuerpos precisos para combatirla. Se encontraban inmunizados de manera natural.
Jenner propuso a la comunidad científica inyectar el virus de las vacas a un niño, esperar a su recuperación espontánea y a continuación comprobar si con ello se había inmunizado para la viruela humana. En un primer momento, sufrió el rechazo de toda la comunidad científica; a pesar de ello, Jenner vacunó a un joven de veinte años en 1796. Los resultados fueron positivos, pero todavía existía recelo hacia el tratamiento. No llegó a aceptarse del todo como un método profiláctico hasta 1805, cuando Napoleón ordenó que todo su ejército fuera vacunado antes de llevar a cabo campañas militares por Europa.
La primera enfermedad que se trató con una vacuna fue la viruela. Edgar Jenner, investigador inglés, dedicó todo su esfuerzo a luchar contra la terrible enfermedad, que se había llegado a convertir casi en una plaga en su país y en gran parte de Europa. De forma casual, descubrió que las personas que estaban mucho tiempo en contacto con las vacas no llegaban a enfermar de viruela; ello se debía a que ya habían contraído una forma mucho más leve de la enfermedad, que transmitía el citado animal, y su organismo había creado los anticuerpos precisos para combatirla. Se encontraban inmunizados de manera natural.
Jenner propuso a la comunidad científica inyectar el virus de las vacas a un niño, esperar a su recuperación espontánea y a continuación comprobar si con ello se había inmunizado para la viruela humana. En un primer momento, sufrió el rechazo de toda la comunidad científica; a pesar de ello, Jenner vacunó a un joven de veinte años en 1796. Los resultados fueron positivos, pero todavía existía recelo hacia el tratamiento. No llegó a aceptarse del todo como un método profiláctico hasta 1805, cuando Napoleón ordenó que todo su ejército fuera vacunado antes de llevar a cabo campañas militares por Europa.
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