Estos anillos rocosos, a los que han dado triste celebridad las primeras pruebas nucleares realizadas por el hombre, son una creación de origen animal. Los agentes constructores de ellos, los colares, actúan en combinación con determinadas algas calcáreas, cuya fotosíntesis precisa de abundante luz. De ahí que los atolones se formen siempre en aguas de extremada transparencia y escasa profundidad. Su desarrollo, por otra parte, exigen también de aguas de nivel térmico constante: entre los 18 y 37 grados. Así, las colonias coralíferas van acumulándose en capas sucesivas y acaban por emerger a la superficie hasta formar ese arrecife típicamente anular, con lago interior, que a menudo alcanza los 70 kilómetros de diámetro.
Estos anillos rocosos, a los que han dado triste celebridad las primeras pruebas nucleares realizadas por el hombre, son una creación de origen animal. Los agentes constructores de ellos, los colares, actúan en combinación con determinadas algas calcáreas, cuya fotosíntesis precisa de abundante luz. De ahí que los atolones se formen siempre en aguas de extremada transparencia y escasa profundidad. Su desarrollo, por otra parte, exigen también de aguas de nivel térmico constante: entre los 18 y 37 grados. Así, las colonias coralíferas van acumulándose en capas sucesivas y acaban por emerger a la superficie hasta formar ese arrecife típicamente anular, con lago interior, que a menudo alcanza los 70 kilómetros de diámetro.
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