La vacuna transmite al bebé una enfermedad muy débil contra la cual su organismo es lo suficientemente fuerte para luchar. De esa manera el organismo se entrena para la lucha contra las enfermedades aprendiendo y siendo capaz de defenderse contra los microbios durante mucho tiempo. Las vacunaciones obligatorias practicadas en los primeros años de la infancia contra la viruela, la difteria, el tétanos, la poliomielitis y tuberculosis han permitido una clara regresión en el terreno de la mortalidad infantil. Se le administra al organismo culturas o toxinas microbianas reducidas por distintos procedimientos, que garantizan la presencia en la sangre y en la linfa de sustancias de defensa, los anticuerpos. Esta inmunidad es adquirida para un largo período, y específico según la enfermedad determinada por el microbio inyectado en el momento de la vacunación.
La vacuna transmite al bebé una enfermedad muy débil contra la cual su organismo es lo suficientemente fuerte para luchar. De esa manera el organismo se entrena para la lucha contra las enfermedades aprendiendo y siendo capaz de defenderse contra los microbios durante mucho tiempo. Las vacunaciones obligatorias practicadas en los primeros años de la infancia contra la viruela, la difteria, el tétanos, la poliomielitis y tuberculosis han permitido una clara regresión en el terreno de la mortalidad infantil. Se le administra al organismo culturas o toxinas microbianas reducidas por distintos procedimientos, que garantizan la presencia en la sangre y en la linfa de sustancias de defensa, los anticuerpos. Esta inmunidad es adquirida para un largo período, y específico según la enfermedad determinada por el microbio inyectado en el momento de la vacunación.
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