Todos pensamos que los gallos cantan para saludar al amanecer, y desde tiempos inmemoriales se ha utilizado como “despertador” en todas partes del mundo. Pero la realidad es distinta: el motivo por el que este animal decide lanzar su peculiar sonido es para delimitar su territorio, y no lo hace sólo a primera hora de la mañana; sin embargo, es entonces cuando se le escucha con mayor claridad, a causa del silencio, lo que ha dado origen a la creencia popular. Del mismo modo que los perros marcan con su orina, los gallos cantan para avisar a las gallinas y a otros competidores masculinos que “están ahí”. El radio en el que se escucha su canto es su territorio, y pobre de aquél que se atreva a intentar usurparlo, porque tendrá que explicárselo a sus espolones.
Por supuesto, si un gallo escucha el canto de otro en lo que considera sus dominios, le responderá con una llamada similar, y el conflicto estará servido. Es el motivo fundamental por el que sólo hay un macho en todo gallinero: si hubiera más de uno, no tardarían mucho en producirse las cruentas peleas por el dominio del “harén”.
Todos pensamos que los gallos cantan para saludar al amanecer, y desde tiempos inmemoriales se ha utilizado como “despertador” en todas partes del mundo. Pero la realidad es distinta: el motivo por el que este animal decide lanzar su peculiar sonido es para delimitar su territorio, y no lo hace sólo a primera hora de la mañana; sin embargo, es entonces cuando se le escucha con mayor claridad, a causa del silencio, lo que ha dado origen a la creencia popular. Del mismo modo que los perros marcan con su orina, los gallos cantan para avisar a las gallinas y a otros competidores masculinos que “están ahí”. El radio en el que se escucha su canto es su territorio, y pobre de aquél que se atreva a intentar usurparlo, porque tendrá que explicárselo a sus espolones.
Por supuesto, si un gallo escucha el canto de otro en lo que considera sus dominios, le responderá con una llamada similar, y el conflicto estará servido. Es el motivo fundamental por el que sólo hay un macho en todo gallinero: si hubiera más de uno, no tardarían mucho en producirse las cruentas peleas por el dominio del “harén”.
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